Bienvenidos a Vietnam, aquí tienen su visado

Hanoi, 12 de junio de 2014. 30℃, nublado.
Cuando decidimos alargar nuestra estancia en Filipinas sabíamos que esto suponía renunciar a un billete a Macao y reescribir nuestro itinerario. Pero Cebú, Bantayan, Balicasang y Camiguin nos enamoraron tanto que no dudamos en apurar nuestro visado y visitar los arrozales en Banaue y explorar las cuevas en Sagada. Así que, desde tranquilidad de nuestro bungalow de Palawan, compramos un billete de Cebú Pacific Airlines para el 10 de junio a última hora de la noche para subir a un avión que nos debía llevar de Manila en Filipinas a Hanoi en Vietnam. Cuando unos mochileros de presupuesto ajustado como Merchef y yo realizamos un desplazamiento nocturno los ojos se nos convierten en signos de dólar ya que supone el ahorro de una noche de alojamiento. Tanto mejor si el desplazamiento es en avión y entre dos aeropuertos internacionales lo que suele asegurar butacas reclinables y baños decentes y una dosis de Acqua di Gio de Armani en el Duty Free. Pero lo que no sabíamos es que la noche del diez de junio de 2014 nos iba a salir muy cara e iba a pasar a ser la «number one» de las noches toledanas de nuestro viaje.
El día 10 de junio había empezado de manera inmejorable: ducha caliente, café y unos minutos de wifi gratis en el albergue de Manila. Después, un paseo por Makati, el centro financiero de Manila con Merchef y O. hasta que encontramos un lugar donde comer un buen lechón (ayyy que rico) y localizamos a Su en un centro comercial. A las 14:00 horas la alineación del viaje a Hanoi estaba completa: Su, O., Merchef y Passepartout. Un paseo más por el centro comercial, mucho mirar pero gasto cero y cogimos un taxi para el desconcertante aeropuerto de Manila. ¿Unos mochileros low cost en taxi? Si es compartido entre cuatro está permitido, Of course.
En la triste y vacía terminal del aeropuerto de Manila nos gastamos nuestros últimos pesos en una escueta cena, no nos quedaba casi cash y no íbamos a sacar pesos filipinos para la última cena filipina: pollo en adobo para compartir. Doble misión cumplida: llenar la tripa y vaciar la cartera de pesos filipinos. Eso si ni rastro de Acqua di Gio de Armani en el mínimo duty free.
Embarcamos, los asientos asignados a Merchef y Passepartout fueron los de salida de emegencia que por supuesto no son reclinables y además implican una carga de responsabilidad en caso de emergencia aérea. Nos resignamos y no solicitamos cambio de asiento. Aún con todo conseguimos echar una cabezadita.
Aterrizamos en Hanoi, eran las tres y media de la madrugada. Ahora tocaba solucionar el trámite del visado, recoger nuestra mochila y buscar un sillón donde reposar hasta el amanecer. Preparados con una foto carné y el pasaporte O., Su, Merchef y yo nos pusimos a la cola para obtener el salvoconducto que nos abriese las puertas Vietnam. En esta cola nos enteramos de que nuestro vuelo era el último del día y que el aeropuerto se cerraría una vez los pasajeros abandonásemos la terminal. Ohhh nuestra ilusión de quedarnos a dormir en el aeropuerto se desvanecía, deberíamos buscar un alojamiento y lo que era peor pagar por él. Se acercaba nuestro turno para el visado mientras observábamos que la cara del policía que atendía el mostrador de inmigración no era de muchos amigos. El policía embutido en su uniforme kaki, demasiado pequeño para su redondez, daba instrucciones a gritos secos en vietnamita a los pasajeros. Cuando nos iba a tocar se me ocurrió preguntar a mis compañeros
– Podremos pagar la tasa del visado con tarjeta, ¿no?
-¡Hombre claro que esto es un aeropuerto internacional!- contestó Merchef siempre con espíritu positivo.
Llegó nuestro turno. Éramos los cuatro últimos pasajeros. La cara del policía seguía siendo muy poco cordial. Sin mediar palabra le entregamos nuestros documentos. El policía los cogió, los miró y empezó a teclear algo en el ordenador. Yo, como siempre en las aduanas y controles de inmigración estaba tenso ante la remota posibilidad de que me pusieran alguna traba para entrar al país. O., Su y Merchef parecían mucho más despreocupados y no paraban de bromear, lo que a mi me ennervaba más. Cinco minutos después el policía levantó los ojos del ordenador y nos gritó algo en vietnamita mientras señalaba un cartel que indicaba que el precio del visado era 40 dólares.
– credit card? Preguntó Su.
– Cash, only cash- le gritó el policía.
Ahhhh pánico general. Con nuestra obsesión por deshacernos del efectivo antes de abandonar cada país ninguno de los cuatro teníamos efectivo para pagar los cuatros visados. Todos rebuscamos en nuestras carteras. O. no tenía nada, Su encontró 17 dólares que su padre le había dado en España y Merchef y yo encontramos 30 euros en el doble fondo de mi vieja riñonera. Es decir sumando todo escasamente alcanzaba para pagar un visado. Y por supuesto ni rastro de un cajero en nuestro lado de la frontera. El policía seguía gritandonos palabras poco dulces en vietnamita mientras echaba la verja a la ventanilla y se quedaba con nuestros pasaportes.
Dios mío, si tenía yo razón en estar nervioso en la aduana, ¿Qué iba a hacer el policía con nuestros pasaportes? ¿Y con nosotros? Yo lo tenía claro, nos iban a deportar, no sabía bien lo que eso significaba pero lo había oído muchas veces en el telediario y es lo que se hace con ilegales como nosotros. Yo seguía en pánico mientras mis compañeros buscaban en vano más dinero por sus bolsillos.
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En la terminal ya no quedaba nadie más que el policía y nosotros cuatro. Y el policía seguía gritando algo en vietnamita con esa cara de pocos amigos. Definitivamente sin más efectivo que 17 dólares y 30 euros decidimos intentar obtener al menos un visado para uno de nosotros y que ese se ocupara de conseguir efectivo y rescatar al resto del grupo retenido en el aeropuerto. Supongo que debido al cansancio, eran ya casi las cuatro de la mañana, y los nervios no estuve lo suficientemente alerta cuando se decidió quien sería el rescatador. Así fue como cinco minutos después yo solo entraba con mi visado y varias tarjetas de crédito por si alguna fallaba en suelo vietnamita. Joder, Joder que presión. ¿Por qué me tocaba cargar con semejante responsabilidad? Y todo por haber bajado la guardia dos minutos. Fuera del aeropuerto todo estaba desierto, solo algún taxista dentro de su coche. Miré hacia todos lados y ni rastro de cajeros. Joder. Me acerqué a un taxista y le pregunté por un cajero. Me indicó con la mano hacia el fondo del parking. En efecto, ahí había dos cajeros. Metí mi tarjeta en uno. Seleccioné en el menú de idioma inglés:
Card not supported.
Fuck you! Pensé.
Probé en el otro cajero. Y aquí sí que aceptaba mi tarjeta.
Pero ¿Cuánto dinero debía sacar? No tenía la menor idea del valor de la moneda vietnamita. Así que saqué el máximo que me permitía la máquina pensando que habría suficiente para todos los visados. Con los billetes en la mano, dos millones de Dongs, me dirigí de nuevo hacia la terminal para solucionar el rescate. Pero a lo lejos vi como se acercaban O. Su y Merchef cargados con todas las mochilas escoltados por el policía que llevaba sus pasaportes en la mano.
– Ya nos ha sellado el pasaporte, simplemente le pagamos los visados y nos vamos- dijo Merchef
– Perfecto, ¿cuánto hay que darle? He sacado dos millones.
Hicimos la conversión y con dos millones de Dongs apenas daba para pagar un visado. Así que nos tocó sacar más dinero del cajero. Con el efectivo en la mano nos dirigimos al policía que ahora parecía bromear con un par de taxistas que se habían acercado al olor de unos guiris deshorados.
Yo recuerdo poco más de ese momento, fue todo muy rápido, eran más de las cuatro de la madrugada y nosotros queríamos una cama y creo que el policía quería quitarse ya el uniforme que tanto le apretaba. Recuerdo que millones de Dongs pasaban de mano en mano hasta llegar a las del policía que ahora parecía más amigable. El policía repartía los pasaportes y nosotros los revisábamos para asegurarnos que cada uno tenía el correspondiente sello.
Mientras terminábamos de ajustar cuentas entre nosotros (yo he puesto tanto en euros, tú tantos dólares y ella cuatro millones de Dongs … entonces O. le debe a Su tanto y yo a O. un millón de euros, que casino!) uno de los taxistas se ofreció a llevarnos al centro de la ciudad para buscar alojamiento. Le preguntamos how much for the ride? Contestó una cifra y nosotros sin pensar demasiado si hablaba de euros, dólares, dongs o pesos filipinos aceptamos la carrera. Nos despedimos del policía que incluso nos ayudó a colocar las mochilas en el taxi y nos ofreció una efusiva sonrisa. ¡Qué cambio de carácter cuando acaba su jornada laboral, hay que ver! Ya en el taxi respiramos tranquilos, nos había costado pero estábamos en Vietnam.
Yo miraba por la ventanilla creyendome el salvador del grupo, el héroe que no pude ser en Mandalay. Al otro lado del cristal veía Vietnam por primera vez y a simple vista nocturna no me parecía más comunista que otros países. Embobado en mis pensamientos oía de fondo a mis compañeros terminar de arreglar las cuentas.
– Si yo he puesto dos millones de dongs y 17 dolares… Y cada visado costaba…- decía Su.
-Entonces tú debes a Merchef tanto y yo a Passepartout lo otro- decía O.
Y así siguieron los tres varios minutos sin ponerse de acuerdo en cuanto tenía que pagar cada uno ni en qué divisa hasta que se me ocurrió comentar lo obvio.
– Al pagar al policía en dongs el resto de visados, nos hemos acordado que el mío estaba pagado, no?
Silencio.
Miradas.
Silencio.
Más miradas.
Y una confirmación callada, el cambio de humor repentino del policía no era obra del fin de su turno, era obra de una propina: le pagamos primero mi visado en dólares y euros y después en el caos de manos, pasaportes y divisas se lo volvimos a pagar, y el policía agradecido y embutido en su uniforme kaki nos sonrió y colocó nuestras mochilas en el taxi. Así nos perdía de vista mientras guardaba nuestro dinero en su bolsillo. Resignados, el taxi nos dejó en la puerta de un hotel, pagamos al taxista el precio estipulado y nos fuimos a dormir, Merchef y yo en una cama con demasiados muelles.
Bienvenidos a Vietnam.

3 comentarios

  1. […] de engaño y estafa. Primero fue el policía del visado y solo unas horas después fue el agente de viajes que nos vendió el tour por la bahía de Ha […]

  2. […] y aduanas cochambrosas lo habíamos aprendido en Myawaddy en Myanmar y en el aeropuerto de Hanoi en Vietnam. Así nos veíamos con fuerza y ánimos suficientes para cruzar el paso menos […]

  3. […] pero jamás espeleólogo, en Vietnam nos enfrentamos sin ningún éxito a corruptos agentes de aduanas, lo mismo que en Camboya. También recorrimos, sin lanzarnos las mochilas a la cabeza, Borneo, […]

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