Myanmar ha sido un encuentro con el mundo rural.
Los búfalos de agua bañándose en el río, las mujeres marcando los bayos con la jada, las carretas de bueyes por caminos llenos de baches, las aldeas de bambú, Birmanos de cuerpos espléndidos lavando sus longys en el río y niños. Niños llenos de mocos y polvo que te ofrecen la mejor de sus sonrisas y corretean a tu lado gritando: mingalabaaaa!
El paisaje cambia durante la jornada. Los cultivos de ajos, hojas de mostaza, coles…se alternan con los ahora secos campos de arroz. En el valle todo esta seco, el camino esta polvoriento y los pocos búfalos se resguardan en la sombra de los árboles. Subimos la ladera a paso lento sofocados por el calor. Alcanzamos la otra cara y pasamos bosques de bambú verdes, frescos y de tierra rojiza.
Se cruza en el camino la vía del tren. Andamos sobre sus travesaños hasta una estación que parece abandonada. Paramos a descansar y al momento vemos acercarse el tren. De repente comienza un trasiego de mercancías que se mercadean a través de las ventanillas. Son improvisados mostradores de venta siempre con la sonrisa asomando. La estación se llena de vida en unos segundos y tan pronto parte el tren el ritmo se relaja y desaparece la gente. Continuamos por las vías. Ya no habrá más trenes por hoy.
El día se va fundiendo y es hora de parar. También las gentes que trabajan en el campo paran y vuelven a sus casas.
Durante dos noches nos alojamos en casas de aldeas del camino. No tienen mucho pero siempre te ofrecen su sonrisa. Delimitado en el suelo de bambú hay un cuadrado con dos hornillos de leña. Se cocina en ese espacio mínimo solamente iluminado con la luz de una vela: aceite de sésamo,cúrcuma, cebolla, ajo y tomate son la base de los platos pah-oh que se van alternado en los dos fuegos.
Amanece en la aldea, apenas hay luz y ya se oyen los carros que marchan a los campos. Todo se mueve en silencio. Llega el olor y el humo del fuego que calienta el agua para el desayuno. El sol anaranjado despunta entre los árboles, será otra jornada de calor. Cuando el gallo canta ya estan despiertas las gentes, hay que aprovechar antes de que el sol sofocante radiografié tu cuerpo.
En un salon de te 
Pero ¿dónde has aprendido ese vocabulario? ¿Bayos, jada? ¿Cómo es que sabes reconocer la hoja de la mostaza y los campos de ajos? ¿Desde cuándo escribes tan bonito? Con la boquita abierta me dejas.
Las fotos muy bonitas también. ¡Qué mundo tan diferente!
Os quiero.
[…] alguno vimos buceando para sacar piedras del lecho de un río. ¿Qué se esconde detrás de un mundo rural con un carácter tan propio? Se esconde una agricultura escasamente mecanizada en la que los […]
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