Objetivo Birmania

El día que íbamos a cruzar la frontera y entrar en Birmania nos levantamos a las seis de la mañana para esperar el sōrngtāau (pequeña camioneta con bancos) que nos debía acercar a la frontera. Tan solo cuatro kilómetros separaban nuestro hostal del puesto fronterizo. Nos imaginábamos una frontera más urbanizada, pero solo encontramos un puente preparado para mucho tráfico rodado pero con muy poco tránsito y unas casetas que acogían las aduanas a cada lado del puente, una en Birmania y la otra en Tailandia. Tras el control de pasaportes del lado tailandés, nos dispusimos a cruzar el puente a pie con nuestras mochilas al hombro, nuestro único objetivo: Birmania.

bienvenidos los turistas
A las ocho de la mañana nos plantamos con Merchef en Myawaddy, ciudad Birmana que comparte frontera con Tailandia. Sellamos nuestros pasaportes en una ventanilla exclusiva para extranjeros, mientras los locales debían hacer cola bajo la canícula ya insoportable de las ocho de la mañana. El mediodía se presagiaba insufriblemente ardiente. Otros locales que no querían hacer esta cola simplemente se montaban en inmensos flotadores en la orilla tailandesa y remaban los quince metros de agua turbia que los separaban de la orilla birmana y es que bajo los puentes casi siempre se esconde una manera menos ortodoxa de hacer las cosas. En cualquier caso nosotros ya estábamos en Myawaddy y durante los proximos veinte días Birmania iba a ser nuestro único objetivo, enemigo y aliado.
Tras el paso por la aduana nos esperaba una amalgama de coches parados (o avanzando muy lentamente) sobre una gran plaza. Solo se oían claxons de coches, incluso me costaba oír lo que Merchef me decía a un metro de distancia. Entre los coches, que no seguían una dirección y dos sentidos, como estoy acostumbrado a ver allí donde vivo, sino que cada cual intentaba dirigirse hacia un punto cardinal distinto sin ningún orden, se intercalaban decenas de motos cargadas con hasta cuatro personas y fardos de mercancía, carros tirados por caballerías, carritos de venta ambulante… Con semejante algarabía será día de mercado, pensé. Al poco descubrí que aquí el mercado es diario y nuestro caos es su orden. En cualquier caso todavía no habíamos descubierto lo más impactante de la conducción birmana, tardé todavía unos minutos y ocurrió cuando me monté en el taxi que contratamos con Merchef, Pepi e Isa (dos valencianas que conocimos en la aduana). Al subirnos al taxi lo primero que nos enseñó el taxista fue su carné de conducir, como prueba de que sabía conducir. Vale, esto nos da una cierta tranquilidad, aunque puedo asegurar que el tipo que aparecía en la fotografía de la licencia no correspondía con la cara del taxista que estaba al volante. El volante del taxi estaba a la derecha, como en Tailandia o Reino Unido. Perfecto, hasta allí todo correcto. Lo verdaderamente soprendente vino después cuando conseguimos sortear todos los coches que nos rodeaban y llegar a la carretera general. Con carretera general entendemos, en este caso, un camino asfaltado lleno de curvas por el que transitan coches, camiones, motos, bicis, peatones y carros tirados por bueyes. Entonces me di cuenta de que aunque los coches tuvieran el volante como los coches ingleses aquí se conduce también por la derecha como hacemos en España, Francia o Italia. El pánico máximo vino en el momento del primer adelantamiento… ahhh, qué sudores fríos, cómo se secaba la boca, como empujaba el corazón. Íbamos a adelantar sin que el conductor viera si otro vehículo se aproximaba en sentido contrario. Pero lo conseguimos, pasamos entre el coche que adelantábamos y el que venía de frente. Fue como si la carretera se ensanchara. Así se conduce en Birmanía. Y ojo con los autobuses, todos llevan conductor y copiloto encargado de avisar al primero cuando hay vía libre para adelantar.

conducción birmana

Afortunadamente el tramo más peligroso de carretera que une Myawaddy con Hpa-An, nuestro destino, era de un solo sentido en días alternos, es decir, los días pares se puede viajar de Myawaddy hacia Hpa-An pero para hacerlo a la inversa hay que esperar un día impar. A este tramo se le conoce como la carretera de la muerte. Eso sí, cuando te armabas de valor y eras capaz de abrir los ojos, el paisaje te dejaba con la boca abierta hasta que volvías a cerrar los ojos ante lo que se se antojaba como un inevitable despeñamiento. Altísimas montañas cubiertas de una densa selva cubierta por amenazantes nubes. Cinco horas después y tras solo 150 kilómetros recorridos llegamos a Hpa-An. Le pagamos al taxista los 38 dólares convenidos, respiramos aliviados y nos despedimos de nuestras compañeras valencianas. Nuestra siguiente misión, conseguir moneda local, un lugar donde dormir y conocer los alrededores de Hpa-An en moto.

Kyauk Ka Lat Pagoda

Kyauk Ka Lat Pagoda

atardecer en Hpa An

Atardecer en Hpa An

4 comentarios

  1. Villanita · · Responder

    La jungla birmana¡

  2. […] visitado dos países: Tailandia que recibió casi 27 millones de turistas en 2013 y Myanmar que en 2014 permitirá la entrada a 3 millones de turistas. España, para hacernos una idea, […]

  3. […] sobre fronteras asiáticas, policía corrupta y aduanas cochambrosas lo habíamos aprendido en Myawaddy en Myanmar y en el aeropuerto de Hanoi en Vietnam. Así nos veíamos con fuerza y ánimos […]

  4. […] conocidos y desconocidos supone un camino hacia lo desconocido. Incluso más ignoto que viajar a Myanmar. Ahora con un tripulante más nos asaltan nuevas dudas ¿podremos seguir viajando? ¿seremos […]

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